lunes, 13 de octubre de 2008

Presentación Casa de Canarias en Madrid


Lectura Poética

Viernes 17 de octubre de 2008

a las 20:00 horas

en La Casa de Canarias en Madrid

(calle Jovellanos 5, bajo derecha)



viernes, 29 de agosto de 2008

Confieso el vacío, o la reconstrucción del silencio

Por Javier Izquierdo Reyes*

Hablar desde el vacío es hablar desde la carencia absoluta, desde la ausencia total de recuerdos, hechos y esperanza. Es no tener sabiendo que nunca se ha tenido, y poseer la indecible certeza de toda imposibilidad de poseer. Hablar desde el vacío, no obstante, es creer que una vez se tuvo, pensar la experiencia de la nada desde el desengaño del todo. Quien confiesa el vacío, reconstruye el silencio que precede a la construcción desde el silencio de la destrucción. Quien confiesa el vacío traza sobre la soledad y la reflexión la parábola que conduce desde el esplendor hasta la locura, metamorfosis natural de la plenitud. No existe dolor en el despojamiento del loco, sólo la libertad natural de quien ha perdido todo cuanto creyó tener. El dolor es sólo un paso más en el camino hacia la locura; un primer paso, al fin y al cabo, pero sólo un paso más.

Tampoco miden los espejos

las distancias

con nosotros mismos.

Quien habla desde la locura habla desde la desposesión total, desde la carencia absoluta incluso de sí mismo. Y la carencia absoluta es la deconstrucción perfecta de la posesión absoluta: únicamente quien nada posee es capaz de poseerlo todo en su apertura radical hacia el mundo, pues, desde el momento en que exista la certeza de una posesión, la conservación de lo poseído cierra el camino hacia la plenitud. El loco es, por lo tanto, el poseedor absoluto: la puesta en riesgo constante de cuanto encuentra en su camino, la eterna desposesión de cuanto le acompaña, genera la posesión radical de su mundo. Quien nada posee, posee todo. Quien confiesa el vacío atestigua la desposesión absoluta de quien todo posee desde la riqueza completa del desposeído.

Teme los vacíos,

las soledades,

los silencios,

los tiempos

y los espacios

en todas sus medidas.

Todo escritor nace de una herida con el mundo externo, y la música de las palabras es el hilo con el que trata se acompasar su ritmo con el ritmo de la exterioridad. La herida se forja siempre desde las formas del miedo: el descontento, la necesidad, el dolor, el temor... Quien escribe desde la confesión del vacío, desde el desengaño de la posesión, elige el verso como respiración y entrecorta su tempo hasta confundir, en su cadencia lacerante, el estertor del moribundo y el suspirar del renacido.

Somos fiel reflejo

de un presente incierto

y un futuro imposible.

Dame la mano.

Si esto es el final del poema

termínalo conmigo.

Y es que el escritor es el loco perfecto, el desposeído absoluto que busca rellenar su vacío con las curvas trenzadas por las palabras. En su desposesión radical, en su riqueza absoluta, arriesga cada palabra y trenza, paso a paso, un camino, un sentido, un destino. La página en blanco se transforma, entonces, en un espacio silencioso donde el escritor transita en busca de una revelación final. Palabra a palabra el loco se convierte, cuando vislumbra una morada final, en mago. El mago es quien elige aquellas necesarias entre las potencias del camino y las aúna, sin poseerlas, en un proyecto común. El mago desea un sentido, desea un destino, pero, en su despego absoluto, se deja arrastrar por los elementos que gobierna hasta imbuirse de su magia, hasta constituirse en mago gracias a las potencias que gobierna. De este modo, el escritor escribe su obra y la obra escribe a su escritor; en su cuerpo, cada palabra dibuja la música que él mismo ha escrito con su cuerpo.

Desnúdate bajo mi vientre,

siente la opresión

con el espacio exacto

para deshacerte de la ropa

como quien rompe cadenas,

contratos, pactos sociales,

y hace una revolución

desde su cuerpo

gritando al mundo

con los pulmones en las manos.

Cada poema es un ángel que, aparecido, escribe a su escritor, en un silencio que entreteje, en comunión con otros silencios, el silencio perfecto del renacimiento. La confesión del vacío se convierte así en la reconstrucción del silencio, porque sólo desde el silencio perfecto que habita el vacío de la carencia se puede iniciar un nuevo ciclo.

¿Te acuerdas

cuando nacimos juntos?

Las sábanas

eran una excusa para no mirarnos.

Los dedos entrelazados,

el miedo y los latidos

nos dieron nombre

y eco en los labios.

Recuerda esto

y haz que lo escriban

en mi mármol o en el tuyo

“nació y murió por mí”.

El recuerdo inventa, en cada muerte, un cuerpo de olvido hasta la vaciedad de la espera. Confesar el vacío, reconstruir el silencio, es trazar el propio vacío e inscribirlo para alcanzar la infinitud de la soledad, es escribir la carencia desde la carencia para llegar a ella. Sólo en su consecución, en el silencio perfecto de un poemario acabado, el destino se hace pregunta abierta, interrogante inconcluso cuya única respuesta será un nuevo nacimiento aún inesperado. Ahora todo es recepción. Desde esa apertura radical el mago es, por fin, sacerdotisa.

Te creo

cuando dices

que los segundos pasan lentos

cuando no esperas nada.

Que el reloj

deja de marcar

cuando no hay horas pensadas

para la última pregunta.

Para la última pregunta

no tengo respuesta.


*Javier Izquierdo Reyes nació en San Cristóbal de La Laguna en 1983. Es Licenciado en Filología Hispánica y Filología Clásica por la Universidad de La Laguna, y actualmente, tras la consecución del Diploma de Estudios Avanzados, continúa sus investigaciones doctorales sobre la obra de la poeta argentina Alejandra Pizarnik.

sábado, 28 de junio de 2008

Luis Antonio González: Confieso el Vacío

Rosario Valcárcel


He cerrado ya la puerta.

Es tarde.

No insistas en llamar

si no te queda voz

ni razones para hablar

de nada

ni tampoco de nosotros…

Luis Antonio González


Cuando se es joven todos hemos querido atravesar el “Bosque Encantado” envolvernos en su misterio, en su magia, pero se ha de tener mucho cuidado al atravesarlo porque -al igual que la vida que todo lo erosiona y nos lleva algunas veces a relaciones deshumanizadas, frágiles, inestables, desengaños amorosos- al cruzar el bosque puedes quedar también prisionero de un encantamiento.

Quizás el poemario “Confieso el vacío” (E. Anroart), se fue creando a través de ciertos hechos personales ocurridos al poeta. Circunstancias, chispazos que le han provocado un lenguaje casi irracional, un gusto, un deseo de resucitar los recuerdos, o enterrarlos. Contemplar su propio vacío, someterse a la vida, a la sensación de fracaso, al fragor del desencanto. A la poesía, el recurso que siempre tienen los poetas para alimentarse, para recuperar energía.

“Confieso el vacío es una reflexión profunda de esa puerta abierta al mundo, de su derrota ante la amada, de su existencia teñida de desasosiego. Y su deseo de ser transportado de la sombras de un amor casi obsesivo, a la luz.

Una confesión tan desnuda que en algún caso se podría considerar como una manipulación de sentimientos, un ritual de humillación, pero el poeta tiene esa imperiosa necesidad de mostrar, de contar, de sacarse los demonios, los sueños y las pesadillas, desvelar asuntos. Manifestarse a modo autobiográfico.

El amor siempre fue una constante en la inspiración de Luis Antonio, pero ahora el goce de la pérdida, el rencor, el grito y el resentimiento, han sido su salvación.

La sensibilidad del poeta quedó reflejada desde su primer poema ¿Me escuchas? en el 2.003, cuando Luis Antonio tenía sólo diecisiete años. Hoy su obra poética domina el verso, irradia un equilibrio, una emoción y al mismo tiempo una gran valentía. Tiene ya cuatro libros editados y próximamente publicará un nuevo poemario.

Si tuviera que elegir un conjunto de poemas de Luis Antonio González, un conjunto de versos que reflejen las angustias, los deseos, el amor y el desamor, el alma del autor, no dudaría en escoger los que ha reunido en “Confieso el vacío”. Un libro que exhibe unas ilustraciones de Máximo Riol, unas ilustraciones que parecen objetos sueltos en ausencia de gravedad. Muy bellas.

Mi enhorabuena por este nuevo libro, por mostrarnos este amor tan humano.

miércoles, 4 de junio de 2008

Recital poético en Telde

El próximo día 12 de junio de 2008, aprovechando que estaré en mi tierra y en mi ciudad pasando unos días, he querido presentar mi nuevo libro, Confieso el Vacío, entre mis paisanos con un recital en la Casa Museo León y Castillo a las 20:00 horas.

El hecho de hacerlo en esa institución y no en otro lugar radica principalmente que entre sus paredes he pasado la mayor parte de mi infancia y adolescencia. conozco sus muros, sus olores y rincones como propios.

Además ya apetecía leerle a mi ciudad mis recientes versos. Si el tiempo acompaña la lectura la haré en el patio principal de la antigua casa del poeta Montiano Placeres Torón, y así aprovecharemos el buen tiempo isleño para disfrutar de una noche literaria.

domingo, 25 de mayo de 2008

Luis A. González, poeta teldense

Luis León Barreto

Las crisis de la vida tienen mucho que ver con la creación artística. Si el dolor es hondo, puedes combatirlo escribiendo, componiendo música, pintando un cuadro. Los románticos sufrían mucho, y gracias a ello en ocasiones consiguieron obras de arte tan sublimes como las de Chopin, Schubert, Beethoven.

Desgarrador y controlado a un tiempo, como señala en el prólogo Fermín Domínguez, la poesía de este joven autor trae el aliento desesperado con el que los poetas antiguos vivían sus agonías sentimentales, a veces con la tentación del suicidio. Tras una ruptura sentimental, la voz íntima del escritor se rebela ante la soledad, la negrura, la pesadilla. Mi nombre se repite / en las noches vacías. Su voz es nítida, abundan palabras tristes como carroña, pánico, podrido, lágrimas, sepulcral, veneno, cuchillo, mendigo, mentiras, ausencia, miedo, nada, precipicio, muerte. Pero la escritura es una magnífica terapia para los del signo Virgo que tienen la valentía de expulsar sus demonios.

Confieso el vacío, (Anroart), su último libro, tiene unas ilustraciones minimalistas del escultor Máximo Riol que vienen a ser grietas, postigos, ventanitas por las que atrapar la luz. No hay relojes / para medir / los pasos que tardo / en encontrarme con alguien. Dolor y poesía, tormenta de emociones. El autor de Abril, 3 de la mañana (Huerga y Fierro) sabe que las rupturas generan vida, porque tras la demolición urge reconstruirse. Lo afirma Juan Carlos De Sancho y lo corrobora el propio autor, escribió para sentirse acompañado. Los solitarios de madrugada han de reparar su alma quebrada.

Cada noche consigo, / en mi pulso personal contra el sueño, / vencer con trampas. Ejercicio de introspección tras el descalabro, poesía desquiciada y delirante según el prologuista. Pero la voz es rabiosa, revive como el Ave Fénix. Los espejos lloran cuando el autor se acerca. Rastreas los pasos / y recuperas cadáveres / exhaustos de luchar / contra ellos mismos. El amor, que es una enfermedad transitoria, contiene sus propios remedios. Hay relojes lentos y espejos que se rompen y se rehacen porque el autor sabe levantarse siempre que sea preciso. Daré al silencio su muerte más certera, eso afirma. Roto y esperanzado a un tiempo, camina. Luis A. es miembro de esas nuevas promociones de escritores canarios que no olvidan la tradición poética que nos sustenta. Como él mismo dice, le urgía vomitar lo que le pudría por dentro y en ese sentido utiliza el mismo concepto de vacío del escultor Chillida, la plenitud de la carencia. Su tormenta de emociones nos sale al paso para mostrar el dolor del mundo, en un viaje al origen del dolor en este tiempo convulso en que tanto dolor existe. Luis A. González es muy joven y tiene una obra en marcha que a buen seguro continuará dando buenos frutos. He aquí un poema de este reciente libro:

Desnúdate bajo mi vientre,
siente la opresión
con el espacio exacto
para deshacerte de la ropa
como quien rompe cadenas,
contratos, pactos sociales,
y hace una revolución
desde su cuerpo
gritando al mundo
con los pulmones en las manos.
Atrapa entre tus piernas
mis soledades,
quiebra mis miserias
con tus labios
y encadéname a ti
con la marcha de un ejercicio
de rosas con espinas y pancartas.
No quiero dejarte hoy.
He roto con mis propias manos
todos los cristales de los relojes
y en mi puño cerrado
guardo todas las manecillas.
No hay tiempo
O lo tenemos todo a nuestro antojo.
No tengo miedo.
No pienso cerrar las ventanas,
ni apagar las luces.
Si la cama está recién hecha,
no me importa.
No es el único rincón
para luchar cuerpo a cuerpo
hasta firmar la paz
en el penúltimo latido
y caer rendidos,
el uno sobre el otro
al fin.
Hoy no tengo ganas
de planear la batalla,
ni haré nada por vencer rápido.
Hoy creo que superaremos
la guerra de los cien años
o al menos
la noche y sus silencios.

jueves, 15 de mayo de 2008

LE CONFIESO AL POETA

LE CONFIESO AL POETA

Juan Carlos de Sancho


Texto presentación del libro "Confieso El Vacío" (Luis Antonio González Pérez, Ed Anroart)

Confieso que cuando un amigo escritor me invita a presentar su libro mi mente entra de inmediato en varios laberintos que se cruzan ¿En que lugar me coloco?-suelo pensar. ¿En el lugar del crítico? ¿En el del biógrafo? ¿En el del lector? Y curiosamente cada libro, que es la forma que tiene el escritor de presentarse ante el mundo, suele ser el encargado de situarme en el laberinto adecuado. Siempre en el laberinto.
Les confieso que el mundo de los escritores viene a ser, por naturaleza, vasto y desafiante. Y si es poeta mucho más aún porque está ubicado en un campo de fuerzas psíquicas y tensiones sociales que le reclaman voluntad, lucidez, perspicacia y paciencia. El crítico, nos dice Paul Valery, debería ser quien entresacara los problemas que un escritor enfrentó y señalará si los resolvió o no y de que modo. El biógrafo extiende su examen hasta las circunstancias y coyunturas estratégicas en la vida del autor.
¿Pero qué ocurre cuando el que presenta el libro es amigo del escritor, lector y también escritor? ¿Por donde empezar si sabes de antemano que lo que tienes ante ti es una Confesión? Es una situación tremenda, delicada, porque estás trabajando con un alma desnuda y ante estos libros existe el riesgo de entrar en comentarios baladíes o en perezosos lugares comunes. En este caso cometería el riesgo de la interpretación y no me siento cómodo en esa situación, porque insisto, estoy ante un libro que es una Confesión. Y mi actitud debe ser ante todo, respetuosa.
Escribía Juan Rulfo que "nadie ha recorrido el corazón de un hombre". Pero hay poetas que si se atreven y en vez de aguantar el silencio, lo cuentan. Y en este caso, el libro que ahora les presento, aunque el poeta asuma su confesión desde una perspectiva única, es como un mapa en movimiento donde confluyen numerosos itinerarios individuales y sociales: es la confesión de un vacío pero también la crónica del espacio y del tiempo donde el poeta ha resistido. Para algunos creadores la vida en general se desarrolla gracias a estas carencias, gana fuerza e interés a partir del deseo insatisfecho o de la ilusión no consumada. Y mientras escriben su infortunio y la derrota del mundo, sus relatos se transforman en una energía altamente activa. Es el milagro de la palabra
Me gusta hablar de los libros como compañeros, establecer con ellos un relato compartido, identificarme, saber que el escritor, al hacerlo público (de ahí viene lo de "publicar") me interpela, me inquieta, me trastoca. Habla de sí, pero habla de todos, transita nuestro corazón común. Confieso que duele leer el vacío, pero al mismo tiempo reconforta saber que Luis no ha abandonado la vida y que su esfuerzo por comunicar su confusión y su fragilidad, ha derivado en más vida, en más literatura.
Luis, me recuerdas Madrid cuando te leo y también mis infortunios, el calvario que supone ser uno mismo y la tremenda fragilidad de saber lo que a tu ser le duele. ¿Por qué es bueno leer lo que nos duele? "Somos simplemente/humanos agotados de ser espectadores/del derrumbe de nosotros mismos frente a los ojos del otro. Definición de una época que se agota ensimismada pero al poeta le queda tiempo aún para profundizar entre tanta desventaja. Rebusca entre las palabras inciertas como un escultor herido y mientras va pegando sus piezas rotas dibuja un nuevo ser en su estudio madrileño: somos/ fiel reflejo/ de un presente incierto/ y un futuro imposible. Pero el libro continúa.
Sigo leyendo y voy recordándome y me lastimo y me veo sólo en mi habitación de Malasaña, como Luis, asomado a una ventana que podría llevarme a cualquier lugar de esta gran ciudad, llena de solitarios que ignoran lo que saben. Las ventanas, las ventanas, aparecen a menudo en estos poemas. ¿Ventanas o alas de mariposa? Escribe el poeta: No pienso cerrar las ventanas/ ni apagar las luces. Mientras sufre la melancolía está pensando en escapar. Escapar con sus palabras. ¿Es esto la poesía? ¿Un remedio para el dolor? : Hoy creo que superaremos/ la guerra de los cien años/ o al menos/ la noche y sus silencios .El poeta se confiesa, pero al mismo tiempo se cuida y se resguarda. Escribe de nuevo la vida que le queda y comienza a vivirla mientras la imagina: Hoy no tengo ganas/ de planear la batalla/ ni haré nada por vencer rápido.
Esto de la escritura es un oficio lento, un oficio perseguido por la propia sombra. ¿Cómo escribir si no puedes ni contigo mismo? ¿Y para que lo haces? ¿Nombrar el fantasma para matarlo, como diría Alejandra Pizarnik? Pero el vacío ¿no te mata las ganas? A Luís no lo abatió la pereza circunstancial del escritor. Y dicen algunos que la Pereza puede conducir al Suicidio o a la Belleza. Creo que el poeta que tengo esta tarde a mi lado, como buen signo Virgo, optó por abrir la ventana y antes de dar un salto mortal al vacío y desparecer para siempre optó por mirar, por volver a mirar despacio: "?. ni haré nada por vencer rápido". Creo que de ahí surgió esta confesión que más tarde se transformó en un libro con ventanas, poemas para mirar la habitación del poeta desde fuera y el mundo desde dentro.
¿Qué nos pasa cuando sufrimos la pérdida? ¿Nos persiguen los fantasmas? ¿Dejamos de ser? ¿El ser que éramos se desdibuja en el dolor? ¿Mantenemos el atrevimiento del Ave-Fénix? ¿Se destartala el existir? ¿Quien vendrá en nuestra ayuda si ni siquiera tenemos la voluntad de pedir? Cuando Luis escribe "en todo momento/ la mente puede ser una tormenta y tú el pasado, intuyo que ya está protegido y que lo peor ya ha pasado.
Hace unas semanas en un coloquio del Festival de Cine de Las Palmas le pregunté a la directora japonesa Kawase si había tanto dolor en el mundo y si el dolor podría algún día cesar su devastadora presencia. Después de comentar su película Mogari no Mori me contestó que el sufrimiento siempre estará ahí pero si aprendiéramos de los ciclos del dolor todo sería más natural: nos alegramos cuando llega la luz y el calor del verano y nos entristecemos cuando llegan las nubes y el frío. Y así en cada estación. Esa es la sensación que me produjo leer Confieso El Vacío: un viaje al epicentro del abandono y la desesperación pero al mismo tiempo una revelación del claro del bosque, allí donde los árboles ya dejan ver el cielo.
Luis es en este libro un guerrero herido y el filósofo que aprovecha la herida para indagar en su cuaderno de campo la anchura de la vida, el paisaje después de la batalla. Es un guerrero que no se rinde aunque en su derrota asegure que los errores son tiempo descuidado o que la alegría es un tiempo descuidado/ un tiempo imposible, un tiempo caduco. La falsa alegría claro, no la esencial que es más íntima, invisible y duradera. De todas maneras el poeta concluye que somos tiempos/ algunos son tiempo eterno, y otros promesas de tiempo o tiempo agotado.
Escribía Nietzche que "lo primero que hago cuando "sondeo los riñones" de un hombre es mirar si tiene en el cuerpo un sentimiento para la distancia". A Luis, ese sentimiento le protege desde que era niño, seguramente. Puede ser implacable y compasivo al mismo tiempo. Entonces es brillante y compacto: "No dominamos nuestras mentes/ ni lo pretendemos/. Damos toda la calle/ sin tráfico en la madrugada/ para que cabalguen las ideas/ como jinetes del Apocalipsis/ antes del fin de los pensamientos/ y el comienzo de las rutinas. Distancia, siempre la distancia, con desgaste, pero aprovechando el hueco de la herida, la ventana de la herida, para insinuar otros dolores que nos acechan, la incertidumbre que nos envuelve y reaviva en cada instante del ser. Pura generosidad del poeta en medio de su catástrofe.
Yo creo que para la última pregunta si tienes respuesta, Luis. Es esa ventana, es tu interior en plenitud, demolido pero confeso. Y por eso estás hoy aquí. En fin, les decía al principio que ¿por donde empezar si ya sabes de antemano que lo que tienes ante ti es una Confesión? Por respeto al futuro lector he tomado la decisión de entrar en la habitación del poeta en otra ocasión. Entonces comprobarán por que no quise contarlo todo esta tarde, la razón de mi silencio. Confieso que hasta aquí ha llegado mi cometido. Gracias Luis por tu valentía.

Club de Prensa, Las Palmas de Gran Canaria
9 Mayo 2008

Ya presentamos en Madrid

Ayer, miércoles 14 de mayo, a las 19:30 h., en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias Econóimcas y Empresariales de la Universidad CEU - San Pablo presentamos el nuevo poemario, Confieso el Vacío. Una mala fecha y peor hora, pues llevamos dos días entre exámenes de grado y defensas del trabajo de final de carrera, y para más señas, era comienzo de puente en Madrid.

De todas formas allí estuvimos. Con una interesante y poética introducción del profesor y poeta José Manuel Suárez, que disertó sobre la poética en sí y sobre mi obra, se abrió la tarde noche dedicada a este libro, Confieso el Vacío.

Luego leí algunos de los versos del libro, pues la poesía ha de defenderse o confesarse, como fue el caso, así, sin más, con poesía. Alguna lágrima contraída generó alguno de los poemas, otros alguna sonrisa, e incluso alguna cara de impresión.

Buena compañía la de esa tarde: El pintor Andrés Delgado y su mujer, Heidi; el poeta y amigo Delfín Yeste (mi amigo el pez poético); Mi poéticamente amada María Medina (que no paró de hacerme fotos y que ya las colgaré en este blog); el poeta canario Gonzálo Escudero y compañeros de la facultad y profesores.

Así quedó entregado el poemario a más lectores, y ahora se confiesa con ellos sin que yo esté presente.