domingo, 25 de mayo de 2008

Luis A. González, poeta teldense

Luis León Barreto

Las crisis de la vida tienen mucho que ver con la creación artística. Si el dolor es hondo, puedes combatirlo escribiendo, componiendo música, pintando un cuadro. Los románticos sufrían mucho, y gracias a ello en ocasiones consiguieron obras de arte tan sublimes como las de Chopin, Schubert, Beethoven.

Desgarrador y controlado a un tiempo, como señala en el prólogo Fermín Domínguez, la poesía de este joven autor trae el aliento desesperado con el que los poetas antiguos vivían sus agonías sentimentales, a veces con la tentación del suicidio. Tras una ruptura sentimental, la voz íntima del escritor se rebela ante la soledad, la negrura, la pesadilla. Mi nombre se repite / en las noches vacías. Su voz es nítida, abundan palabras tristes como carroña, pánico, podrido, lágrimas, sepulcral, veneno, cuchillo, mendigo, mentiras, ausencia, miedo, nada, precipicio, muerte. Pero la escritura es una magnífica terapia para los del signo Virgo que tienen la valentía de expulsar sus demonios.

Confieso el vacío, (Anroart), su último libro, tiene unas ilustraciones minimalistas del escultor Máximo Riol que vienen a ser grietas, postigos, ventanitas por las que atrapar la luz. No hay relojes / para medir / los pasos que tardo / en encontrarme con alguien. Dolor y poesía, tormenta de emociones. El autor de Abril, 3 de la mañana (Huerga y Fierro) sabe que las rupturas generan vida, porque tras la demolición urge reconstruirse. Lo afirma Juan Carlos De Sancho y lo corrobora el propio autor, escribió para sentirse acompañado. Los solitarios de madrugada han de reparar su alma quebrada.

Cada noche consigo, / en mi pulso personal contra el sueño, / vencer con trampas. Ejercicio de introspección tras el descalabro, poesía desquiciada y delirante según el prologuista. Pero la voz es rabiosa, revive como el Ave Fénix. Los espejos lloran cuando el autor se acerca. Rastreas los pasos / y recuperas cadáveres / exhaustos de luchar / contra ellos mismos. El amor, que es una enfermedad transitoria, contiene sus propios remedios. Hay relojes lentos y espejos que se rompen y se rehacen porque el autor sabe levantarse siempre que sea preciso. Daré al silencio su muerte más certera, eso afirma. Roto y esperanzado a un tiempo, camina. Luis A. es miembro de esas nuevas promociones de escritores canarios que no olvidan la tradición poética que nos sustenta. Como él mismo dice, le urgía vomitar lo que le pudría por dentro y en ese sentido utiliza el mismo concepto de vacío del escultor Chillida, la plenitud de la carencia. Su tormenta de emociones nos sale al paso para mostrar el dolor del mundo, en un viaje al origen del dolor en este tiempo convulso en que tanto dolor existe. Luis A. González es muy joven y tiene una obra en marcha que a buen seguro continuará dando buenos frutos. He aquí un poema de este reciente libro:

Desnúdate bajo mi vientre,
siente la opresión
con el espacio exacto
para deshacerte de la ropa
como quien rompe cadenas,
contratos, pactos sociales,
y hace una revolución
desde su cuerpo
gritando al mundo
con los pulmones en las manos.
Atrapa entre tus piernas
mis soledades,
quiebra mis miserias
con tus labios
y encadéname a ti
con la marcha de un ejercicio
de rosas con espinas y pancartas.
No quiero dejarte hoy.
He roto con mis propias manos
todos los cristales de los relojes
y en mi puño cerrado
guardo todas las manecillas.
No hay tiempo
O lo tenemos todo a nuestro antojo.
No tengo miedo.
No pienso cerrar las ventanas,
ni apagar las luces.
Si la cama está recién hecha,
no me importa.
No es el único rincón
para luchar cuerpo a cuerpo
hasta firmar la paz
en el penúltimo latido
y caer rendidos,
el uno sobre el otro
al fin.
Hoy no tengo ganas
de planear la batalla,
ni haré nada por vencer rápido.
Hoy creo que superaremos
la guerra de los cien años
o al menos
la noche y sus silencios.

jueves, 15 de mayo de 2008

LE CONFIESO AL POETA

LE CONFIESO AL POETA

Juan Carlos de Sancho


Texto presentación del libro "Confieso El Vacío" (Luis Antonio González Pérez, Ed Anroart)

Confieso que cuando un amigo escritor me invita a presentar su libro mi mente entra de inmediato en varios laberintos que se cruzan ¿En que lugar me coloco?-suelo pensar. ¿En el lugar del crítico? ¿En el del biógrafo? ¿En el del lector? Y curiosamente cada libro, que es la forma que tiene el escritor de presentarse ante el mundo, suele ser el encargado de situarme en el laberinto adecuado. Siempre en el laberinto.
Les confieso que el mundo de los escritores viene a ser, por naturaleza, vasto y desafiante. Y si es poeta mucho más aún porque está ubicado en un campo de fuerzas psíquicas y tensiones sociales que le reclaman voluntad, lucidez, perspicacia y paciencia. El crítico, nos dice Paul Valery, debería ser quien entresacara los problemas que un escritor enfrentó y señalará si los resolvió o no y de que modo. El biógrafo extiende su examen hasta las circunstancias y coyunturas estratégicas en la vida del autor.
¿Pero qué ocurre cuando el que presenta el libro es amigo del escritor, lector y también escritor? ¿Por donde empezar si sabes de antemano que lo que tienes ante ti es una Confesión? Es una situación tremenda, delicada, porque estás trabajando con un alma desnuda y ante estos libros existe el riesgo de entrar en comentarios baladíes o en perezosos lugares comunes. En este caso cometería el riesgo de la interpretación y no me siento cómodo en esa situación, porque insisto, estoy ante un libro que es una Confesión. Y mi actitud debe ser ante todo, respetuosa.
Escribía Juan Rulfo que "nadie ha recorrido el corazón de un hombre". Pero hay poetas que si se atreven y en vez de aguantar el silencio, lo cuentan. Y en este caso, el libro que ahora les presento, aunque el poeta asuma su confesión desde una perspectiva única, es como un mapa en movimiento donde confluyen numerosos itinerarios individuales y sociales: es la confesión de un vacío pero también la crónica del espacio y del tiempo donde el poeta ha resistido. Para algunos creadores la vida en general se desarrolla gracias a estas carencias, gana fuerza e interés a partir del deseo insatisfecho o de la ilusión no consumada. Y mientras escriben su infortunio y la derrota del mundo, sus relatos se transforman en una energía altamente activa. Es el milagro de la palabra
Me gusta hablar de los libros como compañeros, establecer con ellos un relato compartido, identificarme, saber que el escritor, al hacerlo público (de ahí viene lo de "publicar") me interpela, me inquieta, me trastoca. Habla de sí, pero habla de todos, transita nuestro corazón común. Confieso que duele leer el vacío, pero al mismo tiempo reconforta saber que Luis no ha abandonado la vida y que su esfuerzo por comunicar su confusión y su fragilidad, ha derivado en más vida, en más literatura.
Luis, me recuerdas Madrid cuando te leo y también mis infortunios, el calvario que supone ser uno mismo y la tremenda fragilidad de saber lo que a tu ser le duele. ¿Por qué es bueno leer lo que nos duele? "Somos simplemente/humanos agotados de ser espectadores/del derrumbe de nosotros mismos frente a los ojos del otro. Definición de una época que se agota ensimismada pero al poeta le queda tiempo aún para profundizar entre tanta desventaja. Rebusca entre las palabras inciertas como un escultor herido y mientras va pegando sus piezas rotas dibuja un nuevo ser en su estudio madrileño: somos/ fiel reflejo/ de un presente incierto/ y un futuro imposible. Pero el libro continúa.
Sigo leyendo y voy recordándome y me lastimo y me veo sólo en mi habitación de Malasaña, como Luis, asomado a una ventana que podría llevarme a cualquier lugar de esta gran ciudad, llena de solitarios que ignoran lo que saben. Las ventanas, las ventanas, aparecen a menudo en estos poemas. ¿Ventanas o alas de mariposa? Escribe el poeta: No pienso cerrar las ventanas/ ni apagar las luces. Mientras sufre la melancolía está pensando en escapar. Escapar con sus palabras. ¿Es esto la poesía? ¿Un remedio para el dolor? : Hoy creo que superaremos/ la guerra de los cien años/ o al menos/ la noche y sus silencios .El poeta se confiesa, pero al mismo tiempo se cuida y se resguarda. Escribe de nuevo la vida que le queda y comienza a vivirla mientras la imagina: Hoy no tengo ganas/ de planear la batalla/ ni haré nada por vencer rápido.
Esto de la escritura es un oficio lento, un oficio perseguido por la propia sombra. ¿Cómo escribir si no puedes ni contigo mismo? ¿Y para que lo haces? ¿Nombrar el fantasma para matarlo, como diría Alejandra Pizarnik? Pero el vacío ¿no te mata las ganas? A Luís no lo abatió la pereza circunstancial del escritor. Y dicen algunos que la Pereza puede conducir al Suicidio o a la Belleza. Creo que el poeta que tengo esta tarde a mi lado, como buen signo Virgo, optó por abrir la ventana y antes de dar un salto mortal al vacío y desparecer para siempre optó por mirar, por volver a mirar despacio: "?. ni haré nada por vencer rápido". Creo que de ahí surgió esta confesión que más tarde se transformó en un libro con ventanas, poemas para mirar la habitación del poeta desde fuera y el mundo desde dentro.
¿Qué nos pasa cuando sufrimos la pérdida? ¿Nos persiguen los fantasmas? ¿Dejamos de ser? ¿El ser que éramos se desdibuja en el dolor? ¿Mantenemos el atrevimiento del Ave-Fénix? ¿Se destartala el existir? ¿Quien vendrá en nuestra ayuda si ni siquiera tenemos la voluntad de pedir? Cuando Luis escribe "en todo momento/ la mente puede ser una tormenta y tú el pasado, intuyo que ya está protegido y que lo peor ya ha pasado.
Hace unas semanas en un coloquio del Festival de Cine de Las Palmas le pregunté a la directora japonesa Kawase si había tanto dolor en el mundo y si el dolor podría algún día cesar su devastadora presencia. Después de comentar su película Mogari no Mori me contestó que el sufrimiento siempre estará ahí pero si aprendiéramos de los ciclos del dolor todo sería más natural: nos alegramos cuando llega la luz y el calor del verano y nos entristecemos cuando llegan las nubes y el frío. Y así en cada estación. Esa es la sensación que me produjo leer Confieso El Vacío: un viaje al epicentro del abandono y la desesperación pero al mismo tiempo una revelación del claro del bosque, allí donde los árboles ya dejan ver el cielo.
Luis es en este libro un guerrero herido y el filósofo que aprovecha la herida para indagar en su cuaderno de campo la anchura de la vida, el paisaje después de la batalla. Es un guerrero que no se rinde aunque en su derrota asegure que los errores son tiempo descuidado o que la alegría es un tiempo descuidado/ un tiempo imposible, un tiempo caduco. La falsa alegría claro, no la esencial que es más íntima, invisible y duradera. De todas maneras el poeta concluye que somos tiempos/ algunos son tiempo eterno, y otros promesas de tiempo o tiempo agotado.
Escribía Nietzche que "lo primero que hago cuando "sondeo los riñones" de un hombre es mirar si tiene en el cuerpo un sentimiento para la distancia". A Luis, ese sentimiento le protege desde que era niño, seguramente. Puede ser implacable y compasivo al mismo tiempo. Entonces es brillante y compacto: "No dominamos nuestras mentes/ ni lo pretendemos/. Damos toda la calle/ sin tráfico en la madrugada/ para que cabalguen las ideas/ como jinetes del Apocalipsis/ antes del fin de los pensamientos/ y el comienzo de las rutinas. Distancia, siempre la distancia, con desgaste, pero aprovechando el hueco de la herida, la ventana de la herida, para insinuar otros dolores que nos acechan, la incertidumbre que nos envuelve y reaviva en cada instante del ser. Pura generosidad del poeta en medio de su catástrofe.
Yo creo que para la última pregunta si tienes respuesta, Luis. Es esa ventana, es tu interior en plenitud, demolido pero confeso. Y por eso estás hoy aquí. En fin, les decía al principio que ¿por donde empezar si ya sabes de antemano que lo que tienes ante ti es una Confesión? Por respeto al futuro lector he tomado la decisión de entrar en la habitación del poeta en otra ocasión. Entonces comprobarán por que no quise contarlo todo esta tarde, la razón de mi silencio. Confieso que hasta aquí ha llegado mi cometido. Gracias Luis por tu valentía.

Club de Prensa, Las Palmas de Gran Canaria
9 Mayo 2008

Ya presentamos en Madrid

Ayer, miércoles 14 de mayo, a las 19:30 h., en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias Econóimcas y Empresariales de la Universidad CEU - San Pablo presentamos el nuevo poemario, Confieso el Vacío. Una mala fecha y peor hora, pues llevamos dos días entre exámenes de grado y defensas del trabajo de final de carrera, y para más señas, era comienzo de puente en Madrid.

De todas formas allí estuvimos. Con una interesante y poética introducción del profesor y poeta José Manuel Suárez, que disertó sobre la poética en sí y sobre mi obra, se abrió la tarde noche dedicada a este libro, Confieso el Vacío.

Luego leí algunos de los versos del libro, pues la poesía ha de defenderse o confesarse, como fue el caso, así, sin más, con poesía. Alguna lágrima contraída generó alguno de los poemas, otros alguna sonrisa, e incluso alguna cara de impresión.

Buena compañía la de esa tarde: El pintor Andrés Delgado y su mujer, Heidi; el poeta y amigo Delfín Yeste (mi amigo el pez poético); Mi poéticamente amada María Medina (que no paró de hacerme fotos y que ya las colgaré en este blog); el poeta canario Gonzálo Escudero y compañeros de la facultad y profesores.

Así quedó entregado el poemario a más lectores, y ahora se confiesa con ellos sin que yo esté presente.

lunes, 12 de mayo de 2008

De promoción por Tenerife


El sábado 10 de mayo llegué al norteño aeropuerto de Tenerife para presentar en la vecina isla Confieso el Vacío. Mi amigo Fermín Domínguez, prologuista de la obra poética, me recogía y descansaba un rato en la Residencia Universitaria Parque de las Islas, no sin antes pasar por un supermercado para abastecernos de provisiones para los días de mi estancia.
Sorprendido quedé cuando decidimos pasear por La Laguna, concretamente por la amplia y diversa oferta cultural que desde locales, bares, cafeterías y otros negocios se realiza. Más de diez grupos de teatro amateur, treinta bares con actividad cultural, librerías, etc. Algo impresionante y sanamente envidiable.

Después de tomar un té en "el siete" fuimos camino de la cafetería literaria Al-Faro donde se desarrollaría a partir de las 20:00 h. la lectura y presentación del poemario. Un local de amplias dimensiones, con una oferta librera interesante, pero sobre todo con un espíritu emprendedor y promotor de cultura digno de alabar.

Tras comprar el nuevo poemario de Rafael-José Diáz editado por pretextos, y tomar una apetecible copa de oporto, nos dispusimos a comenzar la lectura. Un grupo de, desde ese entonces, amigos tomaron los asientos situados en círculo y Fermín Domínguez tomó la palabra, haciendo un simpático recuerdo de cuando nos conocimos y una semblanza de mi obra literaria.

Luego el debate, la conversación, y algunas copas no llevaron por La Laguna hasta el amanecer. No digo que todo fuera literario. Pero les aseguro que todo fue para recordar.

Al día siguiente una importante resaca, pero unos buenos paseos con la fresca brisa lagunera en la cara, y un entretenido ensayo de teatro dieron el punto y final, o seguido porque volveré, a mi paso por Tenerife.

sábado, 10 de mayo de 2008

Palabras de la Presentación en Gran Canaria

Queridos amigos, señoras y señores:

Aunque debiera comenzar de otra manera estas palabras, no puedo dejar de agradecer a mi buen amigo Juan Carlos de Sancho por sus hondas impresiones. Su cercanía, su amistad y su compañía en esto de la literatura me son muy necesarias. Entre los presentes también hay muchos ejemplos de buenos amigos que reciben correos de madrugada, llamadas de teléfono a horas intempestivas, cuando uno anda rozando los suelos emocionales y necesita algunos empujones para alzarse y renacer.

Querría agradecer a este Club de Prensa Canaria, que tan gentilmente se ha ofrecido como seno y cobijo para esta ocasión en la que presentar este mi nuevo libro Confieso El vacío, y muy especialmente a Laureano Pérez, que ha facilitado tanto la posibilidad de estar hoy con ustedes. No resulta sencillo encontrar techo y calor para la cultura y la literatura en estos tiempos de virtualidad, economía y celeridad, pero sobre todo, más difícil puede resultar, tener oídos para la poesía.

Hoy también me confieso. Hoy sigo confesando mi vacío. No hay nada más real y más verdad que el título de este poemario. La poesía es a fin de cuenta, como otras tantas expresiones artísticas, una confesión, una desnudez premeditada y con alevosía, un exhibicionismo sentimental, o incluso, si me lo permiten, una entonación de “mea culpa” sin arrepentimiento. La confesión es el acto de compartir o expresar algo a otra persona, normalmente trascendental, y tras la universalización de la cristiandad, siempre relacionado con el pecado y la redención. Pero no nos olvidemos que también es una confesión lo que puede cualquier paciente realizar con su psicólogo o psicoanalista. Tanto en el caso del sacramento con en el del tratamiento, el individuo lanza su mal o su pena a otra persona, para así verse liberado de la carga. El poeta, o al menos yo, hace eso mismo con su obra. Se las entrego a ustedes con clara intención de no verme solo ante mis problemas, mis miedos, mis reflexiones, y mis imágenes. Para sentirlos parte de la poesía, y comprenderme así acompañado.

Para muchos ese es el peligro del poeta, del artista, o de quienes intentamos llegar a serlo algún día. El estar continuamente exponiendo todo aquello que se expresa como debilidades sentimentales y psicológicas al público, es en sí, para muchos, una entrega tácita de nuestras vidas al antojo del lector. Nada más lejos de la realidad. Escribía yo hace unos meses en un poema dedicado a una obra del genial pintor canario Andrés Delgado “hay que temer al mundo que no se expresa”. Y cada vez tengo más claro que más temo yo a quien no expresa nada de lo que piensa o siente, que quien continuamente se conoce en sus palabras o en sus versos sus más hondos encuentros. No somos más valientes por abrirnos al lector sin medida pero tampoco somos más cobardes por hacerlo.

A qué me refiero con “vacío” podrán preguntarse. Algunas disertaciones he realizado ya a tenor de este término tan discutido en la ciencia, tan reflexionado en la filosofía y tan trascendental, pero distinto, para los más conocidos credos.

La primera vez que me enamoré del vacío fue leyendo Conversaciones con Eduardo Chillida, esa obra donde el autor del Peine del Viento o del proyecto de Tindaya, en amigables diálogos con personas de distinta procedencia, profesión y creencia, discutían con el escultor vasco sobre éste y otros conceptos. Tuve gran interés por entender su visión sobre el vacío. Sobre la materia “nada”. Como abrazar con la forma, con las curvas esa oquedad, ese todo definido en su negación, esa plenitud de la carencia. Según el propio artista su visión de la escultura era la misma que cuando todavía jugaba en la Real Sociedad como portero: desde las dimensiones de una portería, o de una de sus obras, abrirse a la inmensidad y el infinito del mundo y el universo sin acotaciones.

Quizás por eso las ilustraciones de Máximo Riol marinan tan bien con los poemas. En esos diseños que uno puede imaginar en soporte de bronce o metal, se abren pequeños puntos de mira, vacíos espirituales y cuestionamientos vitales que ponen en pié de guerra a la rotundidad con el equilibrio, a la masa con la forma y el vacío, al instante con el tiempo.

En ese aspecto mis poemas pretenden abrazar con palabras los espacios. Rescatar del blanco más puro, de la nada, de la página sin tintar, las esencias, casi más a modo de traducción de ese espacio, que de acotación o anulación del mismo.

He de reconocer que el prólogo que me regala mi gran amigo, pero mejor escritor, y esto es un llamamiento para los presentes a su lectura, Fermín Domínguez, me es claramente generoso. Este libro tiene sobre todo eso. Está rodeado de amigos.

Tras tanto tiempo, casi un año, sin ser capaz de enlazar cuatro versos seguidos, Confieso el vacío ha sido una potente válvula de escape para todo aquello que tras largos años se ha ido cocinando en lo más profundo de mi soledad y de mis llantos. Pero también es impresionante como se adelanta a los tiempos. Como anuncia lo que más tarde sería una dura y irrebatible realidad. La ruptura con todo. El propio cuestionamiento tras la quiebra de todos los esquemas sentimentales y vitales. El asumir las verdades tras tantas mentiras atragantadas, vilmente indigestas, violentamente hirientes. El quebrar del velo, asomarme a un mundo que me quedó siempre lejano y falso, y descubrir, que tras tanto sacrificado, amado, deseado y sufrido, sólo quedaba eso, el más profundo e insalvable de los vacíos.

Créanme si les digo que por aquel entonces, aquel septiembre enfermo, no creí nunca verme aquí, hablando de mi poesía ni de esto. En general, no me veía. Pero por suerte en este mundo, uno nunca anda solo, y millones de ángeles, que habitan en la tierra con forma más humana que divina, me hicieron ver. Cada uno de ellos saben lo que aportaron a que hoy parezca más yo que nunca, o sea lo más parecido a lo que fui antes. Más o menos poeta, más o menos feliz, pero les aseguro, que mucho más pleno. Pues son estos versos, pero sobre todo ustedes, presentes hoy y los ausentes, los que llenan estos inmensos e insoportables vacíos.

Muchas gracias

Presentación en Gran Canaria

Arropado por buenos amigos y familia tuve ocasión de presentar en el día de ayer, viernes 9 de mayo, a las 18:30, el poemario Confieso el Vacio. El Club de Prensa Canaria siempre me es un espacio grato, pues un 21 de junio de 2001 vió en entre esas mismas paredes mi primera obra poética, y así ha seguido sucediendo con la gran mayoría de mis creaciones literarias.

El amigo Juan Carlos de Sancho hizo una emotiva, onda y sentida introducción, como sólo el puede hacerla, con la cercanía, sinceridad y grandeza de un alma única y generosa. Después de él me tocó a mí dirigirme a los presentes, sin parar de tomar agua, todavía atragantado por los comentarios de Juan Carlos y las lágrimas en los ojos.

Se siguió contagiando la emoción, y cuando leía alguno de los poemas al público, pues así se defiende y presenta una obra poética, con ella misma, se podía ver entre los presentes algunos ojos llorosos, cercanos al sentimiento de quienes estabamos en la mesa.

Siempre agradecido y siempre emocionado por verme rodeado de todos ellos.

jueves, 8 de mayo de 2008

Camino a Gran Canaria

Estimados "vacíos":

Nada como estar por casa. Hoy temprando tomé la maleta pequeña, para ahorrarme facturaciones y pérdidas de equipaje y salí corriendo bajo una lluvia sorpresiva en la primavera madrileña. Tomé la línea 4 de metro en la estación de Arguelles, y tras una hora de trayecto, llegué a la interminable T4 de Barajas.

Dos horas de espera, con un interesante libro de poemas, Habitación de Hotel de Cristina Peri Rossi - XI Premio de Poesía Ciudad de Torrevieja - entre las manos, el Financial Times (por no perder el inglés que todavía conservo) y una revista de ordenadores (por si el aburrimiento pasa de apretar a ahogar violentamente).

Algún paseo sin sentido. Dos o tres poemas con mala caligrafía y un par de "auto-fotos" de esas que se cuelgan en algún lado y pasas toda la vida muriendote de verguenza por habértelas hecho.

Dos horas de Vueling y ya estaba en la Gran Canaria. Así, con sus calores. Ahora bajaré un rato a la playa por aquello de que no se diga que uno no disfruta del "trabajo".

A las 20:30 me entrevistará el buen amigo David Hatchuel en Radio Faycan, en el programa Antena Abierta, donde además cada jueves leeré y comentaré un poema de distintos autores para la audiencia de una de las emisoras más escuchadas en las Islas.

Mañana a las 9:30 en Canal Telde, la emisora municipal, continuaré la promoción, que me llevará seguidamente a la Televisión Municipal de Telde, con la amiga Ester. Nada como estar en casa. Concretamente en el edificio de la antigua Casa de la Cultura, hoy Teatro Juan Ramón Jimenez, donde tantas y tantas horas pasamos aquel grupo de amigos (Francis, Fermín, Lorena, Elena, Yasmina, David Abadín, David Santana,...) en nuestro Efecto Joven de los sábados por la tarde.

Les seguiré contando... Menudo fin de semana nos espera.